Arroz negro 5 Continentes
En Marruecos en particular y en África
en general, es muy común saber cuándo sales de casa, pero también lo es, no
saber donde puedes acabar, por eso, la receta de hoy, está dedicado a eso.
En nuestro coche y a modo de
ritual, hay algunas cosas que tienen su propio espacio establecido, saco de
dormir, esterilla, tienda de campaña y una caja con utensilios básicos de
cocina e ingredientes, cuatro cosillas, todas simples.
Antes de continuar, decir que
esta receta, la vi hace ya unos años a Pep Nogué, un cocinero sin cocina que trabajó
en los fogones de Can Roca durante muchos años, no puede imaginar Pep, el
provecho que le hemos sacado a su recetilla.
La hemos compartido con peuls,
con touaregs, con mambaras, con amazighens de todos los rincones del norte de
Africa, con quechuas, con mongoles, con uzbekos, con tayikos, con vogules, con
kurdos, con beduinos, con pashtunes, incluso con algún que otro talibán, con irulas
al pie del Ganges, incluso… con alemanes, ejem. Porque donde vamos nosotros,
siempre, siempre, van unas latas de calamares en su tinta y ahora os explicamos
por qué.
Esta receta es básica, se puede
hacer en un abrir y cerrar de ojos en cualquier rincón del planeta, en rincones
donde no conocen los calamares, rincones donde es la primera vez que han visto
tan singular “bixo”. No deja de ser una forma de acercamiento, de compartir y
sobre todo de reciprocidad.
Con una simple lata de calamares
en su tinta, medio tomate, un trozo de pimiento, un ajo y un poco de perejil.
Una fiambrera o un cazo y un infernillo, puedes darte un homenaje en cientos,
miles de lugares anónimos, donde lo mejor es el entorno, la compañía y sobre
todo, el anonimato. Lejos de todo, cerca de nada.
Miquel, un buen amigo, decidió el
año pasado tomarse un año sabático, recorrió medio mundo, en ese periplo, hizo
un trek importante por el Himalaya, antes de partir vino a visitarnos, hablamos
horas y horas, de todo, pero especialmente de viajes y de su viaje. Le hablamos
de la piedra filosofal, de esas latas de calamares, el resto de ingredientes,
los encontraremos prácticamente en todo el planeta. Esas latas de calamares,
que más de un quebradero de cabeza, igual que a Miquel, nos han dado en los
controles y scanner de los aeropuertos. Recibimos un email de él desde
Katmandú, trascribo un extracto:
“… todo fenomenal, las latas de
calamares en su tinta, un éxito. Que sepáis que hemos hecho una arroz
espectacular a casi 5.000 metros de altitud, los sherpas han flipado en
colores, no han dejado ni un grano, que cabrones y eso que al principio hacían
mala cara…”
Vamos por la receta, no sin
antes, agradecérsela una vez más a Pep Nogué, aunque la nuestra es versionada.
Ingredientes
1 lata de calamares en su tinta
Medio tomate
Unas tiras de pimiento verde,
chile, rojo…
Un ajo y un poco de perejil
Un puñado de arroz
Sofreímos el tomate y el
pimiento, cuándo lo tengamos prácticamente listo, tiramos el arroz y lo
mezclamos todo bien, añadimos el agua y lo llevamos a ebullición, guisamos de
forma tradicional. Una vez el arroz esté prácticamente listo, añadimos la lata
de calamares, mezclamos bien y dejamos al fuego hasta que evapore el agua,
añadimos ajo y perejil picado. No poner sal
Falta de ingredientes
Nada es perfecto, siempre puede
fallar algo, se puede hacer prácticamente igual solo con el tomate, a partir de
ahí, podemos ir suprimiendo o añadiendo los ingredientes que creamos oportuno.
¿Montamos el plato?
En este caso, la lata. Buscaremos
el mejor de los lugares, buena sombra en verano, buen sol en invierno. Antes de
empezar a cocinar, visualizaremos los alrededores, siempre hay alguien que se
apunta. Calcularemos cantidades. Cocinamos, serviremos en la misma lata, en
plato, en perolo, en un cazo, aunque lo más común, es hacerlo todos del mismo
plato. Imprescindible buscar el lugar adecuado, mares, montañas, desiertos y buena
compañía, sobre todo, buena compañía.
¿Sabías que?
En la Semana Santa de Sevilla, la
Hermandad de Triana, después de esculpir el famoso caballo que acompaña el paso
del Misterio del Señor, un grupo de hermanos que había donado dicha escultura,
firmaron en él, como una especie de recuerdo a tal contribución. Después, en el
círculo cofrade y en tono guasón, por ese motivo y debido al gran número de
firmas que había en el caballo, este se quedó con un mote, se suele decir:
“Ese caballo, tiene más tinta que
un calamar”
Buenas puestas de sol, buenas
recetas y a ser felices…